Comenzar un pequeño curso de Mariología que esté al alcance de todos, que sea ameno, y que combine una correcta doctrina con el ejercicio personal, para que pueda ser usado por grupos, acrecentando el conocimiento y el amor a la Santísima Virgen es una meta tal vez un poco alta, pero con la ayuda de la gracia lo emprendemos.
Tomado de la catequesis de los miércoles del Santo Padre Juan Pablo II del 3/I/96
El Santo Padre, en esta catequesis, es quien sugiere por donde debemos dirigir nuestro estudio.
Dado que el papel de María en la historia de la Salvación está estrechamente unido al misterio de Cristo y de la Iglesia, no hay que perder estas referencias esenciales que dan a la doctrina mariana su justo lugar, descubriendo su vasta e inagotable riqueza.
Algunas personas queriendo poner de relieve los aspectos centrales de la Mariología la han tratado junto con la Cristología o la Eclesiología. Pero, aun teniendo en cuenta su relación con todos los misterios de la fe, María merece un tratado específico que destaque su persona y su misión en la Historia de la Salvación, a la luz de la Biblia y de la tradición eclesial.
Además, siguiendo las indicaciones del Concilio Vaticano II, parece útil exponer cuidadosamente los deberes de los redimidos para con la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres.
En efecto, el papel que Dios le asigna en la salvación a María requiere de los cristianos no solo acogida y atención, sino también opciones concretas que traduzcan en vida, las actitudes evangélicas de Aquella que precede a la Iglesia en la fe y en la santidad.
Así la Madre del Señor ejerce una influencia especial en el modo de orar de los fieles. La doctrina y el culto mariano no son fruto del sentimentalismo, el misterio de María es una verdad revelada que se impone a la inteligencia de los creyentes, y que a los que en la Iglesia tienen la misión de estudiar y enseñar, les exige un método de reflexión doctrinal no menos riguroso que el que se usa en toda la teología.
Jesús mismo invita a sus contemporáneos a no dejarse guiar por el entusiasmo al considerar a su Madre, sino a reconocer sobre todo, que es bienaventurada porque oye la Palabra de Dios y la cumple. ( Lc 11,28)
El Concilio pide que se evite la falsa exageración (LG 67), la actitud maximalista, que pretende extender a María las prerrogativas de Cristo y todos los carismas de la Iglesia. Siempre es necesario mantener la infinita diferencia que existe entre la persona humana de María y la persona divina de Jesús.
También exhorta el Concilio a evitar la excesiva estrechez de espíritu ( minimalismo) que en interpretaciones exegéticas y en actos de culto, pretenden reducir y hasta quitar importancia a María en la Historia de la Salvación, así como, a su virginidad perpetua y a su santidad.
El Concilio nos brinda un criterio que permite discernir la auténtica doctrina mariana: "En la santa Iglesia ( María) ocupa el lugar más alto después de Cristo y el más cercano a nosotros" ( LG 54).
Fr. Aldo M. Quelín
Chileno residente en Guadalajara-México.